Las hormigas de la lluvia de Sarayaku
Un puente vivo fundamental: dos tamya añanku taponan un agujero para facilitar el tránsito de otras hormigas. Creado mediante algoritmos de aprendizaje automático basados en redes neuronales de convolución (Anish Athalye’s Neural Style), transfiriendo una imagen de rayos láser proyectados sobre el terreno forestal para estilizar la foto original. Este proceso acentúa las peculiaridades del sustrato y los capilares del cuerpo de las hormigas.
Otro puente vivo, tejido por dos tamya añanku más pequeñas para cubrir el vacío en una hoja. La fotografía original se procesó 200 veces usando el mismo método algorítmico anterior, esta vez transfiriendo al algoritmo una imagen del cielo nocturno en Sarayaku.
Fotografía de un tejido corporal creado por las hormigas de la lluvia, procesado con redes neuronales de convolución (Anish Athalye’s Neural Style) usando una imagen de levaduras parasitarias que crecen con las hormigas arrieras del Amazonas.
Un nido de hormigas de la lluvia dentro de un árbol, procesado con el mismo algoritmo que las imágenes anteriores, utilizando esta vez un detalle de primer plano de la canasta de ashanga para la transferencia de estilo a la imagen original.
Formación corporal invertida de un hormiguero de tamya añanku, oculto dentro de un árbol caído, antes de formar un sendero de caza sobre el terreno húmedo. Esta imagen es parte de una secuencia de video, procesada con algoritmos de convolución para explícitamente detectar y trazar los movimientos entrecruzados de estas hormigas (TRex). Intencionalmente roté la imagen hacia un lado para señalar la secuencia de fotografías (aquí abajo, presentadas en la sala de exposición), que muestran esta coreografía en progreso.
Una secuencia de formas corpóreas sobresalen de un refugio de lluvia. Imágenes explícitamente colocadas al revés para incitar a un cambio de perspectiva (TIAM). En realidad, estas formas tejidas son efímeras y se extienden por la gravedad hacia abajo.
Sobre la hojarasca del bosque se ha improvisado un puente vivo tejido con cuerpos de hormigas entre ramas y hojas para facilitar un tránsito fluido. Este pasaje viviente fue tejido durante la caza de un nido de avispas de papel.
Un tejido extravagante de tamya añanku envuelve un nido de avispas de papel, aproximadamente a 2 metros sobre el suelo.
Una hormiga de la lluvia manipula una fotocelda sibre a un pasaje corpóreo durante mi registro de interferencias láser. Esta imagen muestra las dificultades de mis intervenciones, ya que a veces los componentes electrónicos eran mordidos, desplazados y cortados por las hormigas.
Esta imagen captura un momento en el que intentaba grabar sonidos de un refugio tejido utilizando un sensor piezoeléctrico.
Las hormigas de la lluvia tejen puentes colgantes con sus cuerpos, agarrándose fuertemente con sus pies. Esta es más bien una escalera que se extiende desde un refugio de lluvia, un rizo que se extiende desde el nido viviente.
Una masa tejida de hormigas muestra la extensión de un parche que se realizaba de noche.
Apatinka, como se la conoce en Sarayaku, es la hormiga hermana mayor que vigila la entrada al nido. A este tipo de hormiga se la llama soldado en la ciencia occidental.
Una alfombra viviente, tejida en transición por miles de cuerpos invertebrados: aparecen como gotas de agua al prestar atención a las cabezas de color pálido de las Apatinka. El olor a skatole (el olor característico de las hormigas de la lluvia que los humanos pueden percibir) es particularmente intenso cuando se las encuentra en esta forma.
Una vista invertida: un tejido en movimiento se extiende y transforma desde un refugio. Este tejido es viscoso y fluido. Las formas que crean las hormigas de la lluvia con sus cuerpos van más allá de validaciones científicas, desafían la gravedad y cualquier clasificación geométrica. Sus ritmos entrelazados se conectan con las fuerzas de la lluvia.Sus ritmos se entrelazan con las fuerzas de la lluvia. Sus flujos turbulentos, giros radicales, tensiones e intimidades táctiles, metabolismos y oscilaciones, entran en sintonía con la cultura de Sarayaku: una ontología de prácticas territoriales y habilidades sensoriales, entendidas como tal a través de una soberanía biocéntrica que crea tejidos con la selva.